-¡Tengo mucha sed!
El forastero al oír al caballo hablar se asusta y corre hasta quedar rendido de tal tremendo susto. El perro, al ver a su amo, hace lo mismo; así, acaban perro y forastero, casi sin poder respirar, tendidos en la arena del desierto. Entonces, exclama el perro:
-¡Que susto nos dio el condenado caballo!, ¿ehhhhh?
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